Es una nueva lectura del mítico personaje, la tragedia en formato de monólogo.
El pretexto: una actriz que se prepara para la interpretación de su rol protagónico en un estilo de actuación que remite de manera irremediable a esas divas de comienzos del siglo XX, tipo Sarah Bernhardt, que encarnan con mucha profundidad sus respectivos personajes con una técnica psicofísica muy cercana a la herramienta “stanislavskiana” de la memoria emotiva.
Es una historia de amor y desamor con el ingrediente perverso, una fábula siniestra alrededor de la imagen del hombre que la ha seducido, pero quien también ha acabado con su propia vida.
Una catarsis de teatro dentro del teatro, en donde el personaje distante en el tiempo es contextualizado para hilvanar un relato de violencia, traición, engaño y destrucción. Podemos odiar a Medea por sus crímenes, pero no podemos dejar de admirar su rebeldía ante el descubrimiento de ser utilizada por los hombres.